domingo, 24 de febrero de 2013

Sucede

Esa noche caminé rápido hacia la avenida, sabía que estaba atrasada, no era un compromiso formal, pero tenía un nerviosismo inexplicable. Al llegar al lugar acordado respiré tranquila, yo había llegado primero; de modo que me senté a esperar en el paradero, de pronto, divisé un bus verde a la distancia y los nervios volvieron, me puse de pie, caminé hacia el bus que se detenía pasado el paradero y lo vi bajar. Se acercó, me miró, estiró sus brazos y me dijo: "Dame un abrazo fuerte". Yo morí, una y otra vez, sin detenerme a pensarlo bien. 

Así podría comenzar una historia, pero la verdad es que no me interesa hacer una crónica de cómo se sucedieron los hechos que desencadenaron la sonrisas más claras y sinceras, los abrazos más poderosos y los momentos más mágicos. De modo que me limitaré a confesar en estas escuálidas líneas todo lo que acá sucede. 

Sucede que llegó, sí, el mismo que se bajó de un bus verde la noche de un viernes con la mochila llena de historias y el alma dispuesta a una buena conversación, el mismo que no causó estragos hasta que mis ojos divisaron sus manos y el nerviosismo afloró por mis poros hasta el punto del terror. Sí, llegó el que me exhorta a seguir viviendo, me llena de energías, me escribe textos inusuales -en lugares inusuales- y que al caer la noche; deja que me acurruque sobre su pecho para seguir soñando, ahora, con los ojos cerrados.

Sucede que todo ha valido la pena, y que ya no sueño con dejar de dormir sola y despertar abanicando su mirada. Sucede que los sueños se hicieron realidad en el momento mismo del primer abrazo y se han ido afirmando paso a paso con los días, las noches y las tardes de cariño sincero y dibujos de colores. Sucede que la complicidad nos envolvió y comenzamos a prescindir de las palabras, para dedicarnos por completo a mirarnos a los ojos.

Sucede que hoy, le grito al mundo que no hay nada que esconder, que somos y estamos, dispuestos a seguir luchando por lo que queremos, por lo que nos hace bien y por lo que creemos. Porque somos dos y uno... uno, dos y tres.- 


domingo, 17 de febrero de 2013

La Derrota


Los fantasmas me acechan; por las noches presionan mi pecho y no me dejan respirar, pero resisto, de modo que ellos deciden apretar mi cuello para que la acción esté completa, no entiendo por qué quieren matarme, si al parecer ya no vivo. No duermo, porque temo morir –definitivamente- en el intento de no soñar con ellos. De día las cosas no son distintas; ellos siguen interponiéndose en mi camino una y otra vez, entrando en mi memoria sin permiso alguno, borrando de mis recuerdos cómo era que se vivía antes. Y es que ahora el sentido de la vida es luchar a diario para recordar por fin cómo pasaban los días antes de que ellos me atacaran, violentaran mi parsimonia y destruyeran todo lo que quería ser –y hacer-

No los culpo, ellos obedecen órdenes. Sí, son mis verdugos, pero el autor (¿?) intelectual de esta masacre cotidiana y estrepitosa es otra persona. Evidentemente acá no hay autor, un hombre no sería capaz de tramar tan perfecto plan. Ellos le deben obediencia a su creadora; la mayor enemiga de Clodoveo I, esa que se reunía con sus pares a masturbarse con palos de escoba, para olvidar el frío abismante del alma, aquella que en su infinita maldad ha podido controlar los deseos y acciones de miles de personas. Sí, es ella, parte del gremio que no se extinguió siquiera con cuatro siglos de persecución voraz.  Encantadora y vivaz ha logrado desestabilizar mi vida hasta el punto del terror.

Y ahora, llena de coraje me dirijo a ella, para declararle mi más profundo odio, para comentarle que por sus caprichos he vivido los peores días de mi vida, que destruyó mis sueños y mis ganas de construir algo hermoso, pero no logrará destruir mi integridad. Porque aunque resulte contradictorio, hoy vengo a rendirme, a decirle que me tiene como lo planeó: miserable y humillada. De modo que es innecesario que siga haciendo daño.

Estamos como quieres: mis fuerzas se han agotado, mis sonrisas se extinguieron en el intento de reproducirse una y otra vez y ya casi ni escribo, nada de lo que haga logrará re-encantarlo. Y él, lejos, en lo abstracto y lo concreto, ya no encuentra más escusas que lo ayuden a suavizar la infinita repulsión que de un día para otro comenzó a generarle mi presencia en su vida.

Me rindo, ya no puedo luchar contra los fantasmas, no puedo lidiar con la indiferencia y el desprecio. Acá me tienes; entregando mis últimas energías en la redacción de un texto que está destinado al fracaso, como cualquier cosa que salga de mí ser. Acá me tienes; con un nudo en la garganta que no me deja respirar y un revoltijo en la cabeza que me impide distinguir entre lo tangible y los delirios provocados por la impetuosa fiebre que me abrazó de un momento a otro.  Acá me tienes; odiándote más que nunca. Acá me tienes; con más angustia que en Diciembre, porque se ha amagado cualquier chispita de esperanza. Acá me tienes; rendida como nunca, cerrando un libro que desearía leer cada noche, poniéndole punto final a mis deseos de escribir una historia bonita, que no alcanzó ni para fábula. 

jueves, 14 de febrero de 2013

El mejor lugar

Hace tiempo que no sentía esta calma abrazadora; el viento indomable recorre mi cuerpo y mueve mi pelo que se desordena más que de costumbre, los rayos de sol iluminan mi rostro y la sombra de los cipreses gigantescos me entrega un pequeño refugio en la inmensidad de este paisaje que me hace sentir pequeña otra vez.

Es imposible no evocar las tardes de carcajadas y felicidad que viví en éste mismo sitio; corriendo desesperada, escuchando los cantos de mis abuelos e intentando abrazarlo todo. Cuando creía que todo estaba bien porque la familia se reunía bajo un árbol.

Hoy las preocupaciones ya no son las mismas, aprendí a caminar sola contra mi voluntad  hubiese deseado sentir la protección y el cariño irrestricto de la leona durante mucho más tiempo. Pero la vida es sabia y me entregó la fortaleza necesaria para combatir la soledad, al mismo tiempo que el destino iba poniendo en mi camino a gente hermosa que me ayudó a seguir la ruta. Y sí, debo reconocer que yo también puse de mi parte al dejar atrás a personas y situaciones que no beneficiaban mi viaje.

Así me construí; loca y sin reglas, sin moral ni culpas, a medias. Ayudada por el mismo destino al que maldije una y mil veces, lidiando con el infortunio y las buenas rachas.

El punto es que acá puedo escapar de -casi todo- menos de mi misma, de mis pensamientos y recuerdos, los mismos que me despiertan por las noches buscando un brazo en la cama para ahuyentar las pesadillas y bajar la fiebre. 

Anular la voz interna sería negarme a mi misma, de modo que la  mayor parte del tiempo me la paso luchando  con mis fantasmas, intentando matar el miedo y la inseguridad que me han hecho perder tanto.

Ahora, te hablo a ti; el pensamiento constante, la compañía que hace falta, la mirada que añoro y las sonrisas que sueño cada noche.

La primera vez que te escribí -el veinticinco del once del año en que nada acabó- ni siquiera se cruzó por mi cabeza la idea de que te convirtieras en lo que hoy eres. Quizás el mundo conspiró a nuestro favor y pudimos significarnos y resignificarnos una y otra vez, en cada gesto y cada momento.

Hoy a dos días de volver a la urbe con la certeza de que nos veremos y la esperanza de que en nuestro encuentro puedas revivir la chispita de la felicidad compartida, añoro más que nunca tu presencia en mi vida, la compañía de tu cuerpo en la cama, la plenitud de la compenetración de nuestras almas, los ataques de risa, la pobreza compartida y el derroche de los buenos tiempos.

Hoy, vuelvo a sentirte cerca a pesar de las distancias, porque contigo aprendí a valorar los momentos compartidos para utilizarlos en el futuro cuando las cosas no anduvieran bien.

Hoy, me siento más segura que nunca de lo que quiero. Hoy, confío más que nunca en que tu cariño y el mio  volverán a encontrarse en un abrazo cómplice y una sonrisa compartida. Hoy, bajo un árbol centenario y aún sin mirarte, me pregunto qué sería de mi si no te hubiese conocido.

¡Que bonita es la vida! ¡Ah!?

martes, 5 de febrero de 2013

Próxima estación: La Esperanza

Al parecer la vida ha conspirado para que todos mis viajes comiencen con la nefasta sensación de que no puedo respirar; reflejada en la opresión del pecho que me hace pensar en la posibilidad de que no exista un mañana.

Y hoy, mi viaje comienza nuevamente de la misma forma, espero que en el camino la carga se arregle y las sonrisas vuelvan a florecer, para poder respirar tranquila e inhalar y exhalar bocanadas de aire puro, que logren limpiarlo todo, componer los huesos deshechos y devolver el ritmo cardíaco normal.

Como siempre el viaje tiene un sentido, y ésta vez haré lo posible por decantar todo lo malo y volver convertida en la sonrisa andante, las ganas de vivir y los ojos brillantes que un día me caracterizaron. Hoy viajo para ser mejor, para poder tomar el amor inmenso de mis abuelos y aprender algo de la vida.

Me llevo las sonrisas y los buenos momentos, ésta vez viajo cargada de esperanza sabiendo que al regreso todo puede cambiar. Porque somos aire y tenemos que volar. Me llevo tu aroma impregnado en la piel para no olvidar lo bien que se siente dormir a tu lado, me llevo el ritmo de tus extrasístoles aisladas para darle sentido a la locura de mis arritmias, me llevo la cadena que te protege desde el viaje al altiplano para no sentirme vulnerable ante los fantasmas, me llevo tu risa y las ganas de construir juntos. Porque acá nada termina compañero.-