domingo, 8 de mayo de 2016

Almendra.-

Te imagino dentro, bailando de un lado a otro, nadando como un pez; entonces yo sería el océano y me recorrerías hasta la punta de los pies. La casa se extendió, ya no vives en el vientre, ahora vives en plenitud dentro de mi cuerpo, te siento latiendo en el corazón y corriendo por las venas, porque un vientre es muy poco para ti, mi vientre, ahora, es muy poco para ti.

Eres parte de mí y amas bailar aquí adentro, sabes que no es tu tiempo, que debemos esperar y trabajar un poco más duro. Porque será nuestro tiempo y entonces comprenderás, tú que siempre has estado conmigo, que hoy no podemos, que ahora mismo aún es tiempo de sembrar.

Todo lo estoy haciendo por nosotras, porque bailaremos y disfrutaremos el ritmo de nuestro baile, porque cuando por fin pueda mirarte  a los ojos,  diré; “Aquí estoy, hoy comienzo – amos completas”, pues para mirarte a los ojos habré vivido. Porque desde siempre supimos que el amor está en el vientre, que sentimos desde el útero, que vibramos cada mes y nos mecemos entre las lunas, porque tengo la certeza que estamos confinadas desde el principio para vivir el amor intensamente, porque sé que me amas y entiendes que no es ahora, pero seremos.

Hoy, como cada día, te pienso y confino mi amor hacia ti, me despierto más temprano, trabajo un poco más, aprendo un poco más, crezco un poco más y amo mucho más. Hoy, nuevamente, enfrento la lucha cotidiana de afilar las ideas, de ir soltando el pensamiento que me lleva a añorar el vientre lleno de ti, de preparar el territorio para tu llegada, de hacer la cuenta regresiva para mirarte a los ojos. Me cuesta, cada día me cuesta un poco más, dejar de torturarme imaginando tu cuerpo en expansión aquí dentro.

Y a pesar de todo, sigo caminando cargada de esperanza, porque ya nos elegimos pequeña flor de almendro, solo debo seguir regando nuestro árbol, para recibir los frutos y verte al fin, vestida de blanco y rosa, creando universos de colores y sorprendiéndome a cada momento con la maravilla de tu presencia. Cosecharemos.-


viernes, 10 de abril de 2015

Veintinueve.-


Veintinueve y el corazón lleno de lealtad por los nuestros, las afinidades que se afilan, los cuerpos que danzan, la subversión al orden impuesto, la memoria que no olvida. Nuestros muertos no se lloran, nuestros presos no se lloran, nuestra vida no se llora. Nuestros muertos, nuestros presos, nuestra vida, se defienden, como la alegría, como una trinchera, con colmillos y garras afiladas, como a la idea.

Veintinueve y el amor. El fuego que arde dentro y fuera, las pasiones que se agigantan, las miradas fieras que se agudizan, los cuerpos que se compenetran al son de una melodía indescifrable, de una melodía fiera, de una melodía tan nuestra como la rabia, tan nuestra como tus susurros en mi oído, como la rosa y el clavel.

Veintinueve y las pasiones, los cuerpos sin orden, sin jerarquías, sin limitaciones, no somos más que extensiones de otros cientos, fieros, incisivos, siempre avanzando sin pedir permiso, sin esperar aprobaciones previas, espontáneos, llenos de convicción.

Veintinueve y yo te observo, en la calle dejando sombras tras tus pasos decididos, en la casa dejando luz tras tu caminar sereno. Respiro, con el pecho lleno de vida, con las manos llenas de ternura, con los ojos llenos de amor, con el semblante lleno de sonrisas,  con todos estos deseos, todas estas pasiones que florecen cuando me pierdo en ti,  con toda  la felicidad de sabernos cómplices de tanto desborde, de tanto sabor, de tantos  colores que se observan con los ojos cerrados.

Veintinueve y yo te siento, mientras me pierdo en tu cuerpo y recorro los sudores, los contornos, las texturas, las huellas digitales erosionadas por las gubias, voy descubriendo y descubriendo-me en cada centímetro de tu interminable figura, en cada territorio nuevo e ingobernable, en cada zona atemporalmente autónoma, en cada encuentro con tus labios, con tus ojos, con tu integridad peculiar y encantadora.


Veintinueve y tu me abrazas, besas mi espalda y velas mi sueño, los cuerpos están cansados,  pero dichosos, llenos de vida, nosotros sonreímos y nos acariciamos, afuera lloran una vida falsa, una vida que jamás se comenzó a vivir, una vida que jamás se mereció. 

lunes, 6 de abril de 2015

Bienvenido Otoño

Abrí la cortina y volví a la cama, observamos despertar al primer día de otoño y las luces del alba pintaron nuestros cuerpos con colores nuevos, desconocidos y profundos. Nos miramos a los ojos y con absoluta lucidez y sinceridad, sacamos a pasear los pensamientos, su mano acariciaba la mía y su interminable cuerpo se pegaba a mi costado izquierdo, la sonrisa se apoderó de mi semblante plagado de felicidad y mis ojos le dijeron muchísimo más que mis palabras.

Yo pensaba, reconstruía en mi memoria una y otra vez los pasos dados para estar donde estaba, entonces la sucesión de hechos quedaba clara. No fue un año ni dos, fueron 5 años los que tuvieron que pasar, para hallarnos tendidos sobre la cama saludando al otoño. “Disfruta el momento, vive las mariposas en el estómago” y así estaba, tal y como me lo había recomendado él, disfrutando del contacto de su piel, sintiendo como sus energías desbordantes de luz iban matizando las mías, viviendo una realidad que no lograba convencerme de no ser sueño.

Recordaba una y otra vez cada una de sus palabras, cada uno de sus gestos; su nariz arrugada al reír, sus manos creadoras, su sinceridad enternecedora,  sus labios gruesos, su espontaneidad, sus piernas perfectas, su mirada pura, la efervescencia de su alegría, todo lo que sus ojos proyectan, todo lo bonito que su presencia genera. Seguía sin poder creer que estuviéramos allí comentando lo que pasó en el tiempo en que no existíamos, el nerviosismo se había esfumado, pero el corazón seguía acelerado, todo está bien, “estoy viva” dije luego de que fuimos uno, sonrío y me dijo “yo también”.

Sí, estoy viva, porque he germinado en otoño contra todo pronóstico, porque quiero vivir en plenitud éste y todos los momentos que el universo me quiera regalar, porque no quiero nada más, ni nada menos. Quiero lo que merezco y deseo para él lo que merece. Sé que merece lo mejor, porque su esencia pura y luminosa no merece ser ensuciada ni oscurecida, porque la felicidad que irradia al sentirse pleno es sanadora y esa plenitud debe acompañarlo siempre.

¿Qué puedo ofrecerle? He de ofrecerle todo lo que tengo: Respeto, lealtad fiera y amor bonito. Amor que no ata, ni aprisiona, amor libre de prejuicios sobre lo que la sociedad considera que es el amor, amor basado en la voluntad, amor que prescinde de títulos y posesiones. Amor sin condiciones ni contratos, amor aparejado de lealtad, lealtad con los deseos, con los principios, con las decisiones, lealtad con la defensa de la alegría, lealtad cargada de respeto, respeto por los tiempos, respeto por la voluntad, respeto por la individualidad y los espacios.

Podría tomar su mano e invitarlo a caminar, sin un rumbo fijo y sin mapa, con la plena confianza de que esta vez no confundiré Américo Vespucio con la Autopista Central, pues no seré testaruda y confiaré en los instintos del caminante por esencia. Podría invitarlo a pintar la vida con colores y trazos nuevos, llenando los muros de historias, pulsiones, audacia y sentidos. Podría invitarlo a contar conmigo, porque no soy de las personas que solo están en las buenas, porque en la cancha se ven los gallos y porque la lealtad es invencible. Podría invitarlo a compartir más momentos acompañados, llenos de risas, euforia, conversaciones y confianza. Podría invitarlo a compartir otros tragos, otros humos, con otras afinidades. 

Podría incluso invitarlo a comprender que no deseo que su espíritu libre se encarcele en una jaula de cristal, ni que deje de ser lo que es. Podría decirle que la belleza de su alegría y la forma en que disfruta de sus espacios es demasiada como para impedir que se siga proyectando. Podría recordarle que me sigue llamando Libertad, y allí está el sentido de todo.


Mejor aún, podría aventurarme y hacer que estas palabras –que no son solo letras juntas- sean leídas por él, de modo que si estás leyendo esto es porque tuve el coraje suficiente para mirarte a los ojos y desnudarme en el papel.-

miércoles, 9 de octubre de 2013

MUTILASTE

Un cuerpo lleno de cicatrices, es un cuerpo fuerte, que ha podido resistir a las heridas.

Obtusamente, contra viento y marea, el pájaro sigue volando con la mirada de los pumas posada en su nuca. No pudieron las fieras matar al ave y beber su sangre.

Ha escapado de sus garras y se ha reivindicado en consecuencia con lo esencial e inmutable. Y aunque contradictorio, el espíritu vence. 

Herido y adolorido, el pájaro pudo volver al nido, recoger el amor necesario, la sabiduría suficiente y el canto primitivo para seguir volando y construyendo.

No pretende matar a las fieras, no porque sea difícil y las condiciones adversas se expresen en tamaño y anatomía. No lo hace porque no quiere hacerlo, porque tiene memoria y en consecuencia con ello el perdón no es opción.

Las heridas hablan. SÍ OCURRIÓ. Prohibido negarlo, prohibido camuflarlo, prohibido olvidarlo y perdonarlo. 

Un cuerpo lleno de cicatrices, es un cuerpo fuerte, que no se dio por vencido y decidió enfrentar la realidad, que no se negó y se obstinó con seguir viviendo.

Hoy el plumaje es más hermoso y los pumas miran desde abajo el vuelo del ave.
Un cuerpo lleno de cicatrices es un cuerpo fuerte. 

lunes, 4 de marzo de 2013

Deseo


Deseo mirarte cada noche antes de dormir; vivir una y otra vez la maravillosa sensación de que no nos hemos equivocado, que la vida sabía que nuestros caminos debían juntarse, porque entre las caricias y los besos siempre hay un espacio para el pensamiento y la crítica, para nuestras ganas inmensas de cambiarlo todo, de ser cada día más íntegros, de ver arder a nuestros enemigos, de defender a nuestra manada con uñas y dientes. Deseo nombrar esta chispita que me lleva a contemplarte horas enteras, deseo sentir cada mañana el mismo ardor en el pecho al verte dormir a mi lado.

Deseo no limitar, ni definir, pero si nombrar, con todas sus letras el sentimiento que impera en mi cuerpo entero. Deseo aseverar que sé cómo se llama, pero temo ensuciarlo. Y bueno, nuestro fuego lo limpia todo y no me permito limitar mis sentimientos, los mismos que me abren el pecho y en la fuga gritan: ¡Es amor! ¡Es amor!

¡Qué va! No hay tiempos, ni momentos,  aquí es siempre, aquí siempre es posible, aquí sentimos de verdad. Y bueno sí, es amor, pero no es cualquier amor. Este es un amor loco y puro, amor que no se conforma con sentirse y escribirse, que quiere desnudarse y gritarse, explorarse y convertirse en fuego, para encender mi mirada en la tuya, para seguir haciendo lo que nos llena, para seguir complementándonos en el caminar, dándole ritmo a nuestros pasos y haciendo de este viaje juntos una aventura maravillosa.

Deseo dar muchísimos pasos a tu lado, crecer cada día más, amarte en lo simple y en lo complejo, crear caminos donde todos ven ruinas. Deseo que el mundo completo sepa –aunque jamás me haya importado- que soy la mujer más plena y feliz del mundo, porque a mi lado camina el compañero más leal e íntegro, porque él llena todos los espacios, porque vino a cambiarlo todo, a subvertirlo todo, a enamorarlo todo. Mi ser por completo ama tu existencia cariño.-

domingo, 24 de febrero de 2013

Sucede

Esa noche caminé rápido hacia la avenida, sabía que estaba atrasada, no era un compromiso formal, pero tenía un nerviosismo inexplicable. Al llegar al lugar acordado respiré tranquila, yo había llegado primero; de modo que me senté a esperar en el paradero, de pronto, divisé un bus verde a la distancia y los nervios volvieron, me puse de pie, caminé hacia el bus que se detenía pasado el paradero y lo vi bajar. Se acercó, me miró, estiró sus brazos y me dijo: "Dame un abrazo fuerte". Yo morí, una y otra vez, sin detenerme a pensarlo bien. 

Así podría comenzar una historia, pero la verdad es que no me interesa hacer una crónica de cómo se sucedieron los hechos que desencadenaron la sonrisas más claras y sinceras, los abrazos más poderosos y los momentos más mágicos. De modo que me limitaré a confesar en estas escuálidas líneas todo lo que acá sucede. 

Sucede que llegó, sí, el mismo que se bajó de un bus verde la noche de un viernes con la mochila llena de historias y el alma dispuesta a una buena conversación, el mismo que no causó estragos hasta que mis ojos divisaron sus manos y el nerviosismo afloró por mis poros hasta el punto del terror. Sí, llegó el que me exhorta a seguir viviendo, me llena de energías, me escribe textos inusuales -en lugares inusuales- y que al caer la noche; deja que me acurruque sobre su pecho para seguir soñando, ahora, con los ojos cerrados.

Sucede que todo ha valido la pena, y que ya no sueño con dejar de dormir sola y despertar abanicando su mirada. Sucede que los sueños se hicieron realidad en el momento mismo del primer abrazo y se han ido afirmando paso a paso con los días, las noches y las tardes de cariño sincero y dibujos de colores. Sucede que la complicidad nos envolvió y comenzamos a prescindir de las palabras, para dedicarnos por completo a mirarnos a los ojos.

Sucede que hoy, le grito al mundo que no hay nada que esconder, que somos y estamos, dispuestos a seguir luchando por lo que queremos, por lo que nos hace bien y por lo que creemos. Porque somos dos y uno... uno, dos y tres.- 


domingo, 17 de febrero de 2013

La Derrota


Los fantasmas me acechan; por las noches presionan mi pecho y no me dejan respirar, pero resisto, de modo que ellos deciden apretar mi cuello para que la acción esté completa, no entiendo por qué quieren matarme, si al parecer ya no vivo. No duermo, porque temo morir –definitivamente- en el intento de no soñar con ellos. De día las cosas no son distintas; ellos siguen interponiéndose en mi camino una y otra vez, entrando en mi memoria sin permiso alguno, borrando de mis recuerdos cómo era que se vivía antes. Y es que ahora el sentido de la vida es luchar a diario para recordar por fin cómo pasaban los días antes de que ellos me atacaran, violentaran mi parsimonia y destruyeran todo lo que quería ser –y hacer-

No los culpo, ellos obedecen órdenes. Sí, son mis verdugos, pero el autor (¿?) intelectual de esta masacre cotidiana y estrepitosa es otra persona. Evidentemente acá no hay autor, un hombre no sería capaz de tramar tan perfecto plan. Ellos le deben obediencia a su creadora; la mayor enemiga de Clodoveo I, esa que se reunía con sus pares a masturbarse con palos de escoba, para olvidar el frío abismante del alma, aquella que en su infinita maldad ha podido controlar los deseos y acciones de miles de personas. Sí, es ella, parte del gremio que no se extinguió siquiera con cuatro siglos de persecución voraz.  Encantadora y vivaz ha logrado desestabilizar mi vida hasta el punto del terror.

Y ahora, llena de coraje me dirijo a ella, para declararle mi más profundo odio, para comentarle que por sus caprichos he vivido los peores días de mi vida, que destruyó mis sueños y mis ganas de construir algo hermoso, pero no logrará destruir mi integridad. Porque aunque resulte contradictorio, hoy vengo a rendirme, a decirle que me tiene como lo planeó: miserable y humillada. De modo que es innecesario que siga haciendo daño.

Estamos como quieres: mis fuerzas se han agotado, mis sonrisas se extinguieron en el intento de reproducirse una y otra vez y ya casi ni escribo, nada de lo que haga logrará re-encantarlo. Y él, lejos, en lo abstracto y lo concreto, ya no encuentra más escusas que lo ayuden a suavizar la infinita repulsión que de un día para otro comenzó a generarle mi presencia en su vida.

Me rindo, ya no puedo luchar contra los fantasmas, no puedo lidiar con la indiferencia y el desprecio. Acá me tienes; entregando mis últimas energías en la redacción de un texto que está destinado al fracaso, como cualquier cosa que salga de mí ser. Acá me tienes; con un nudo en la garganta que no me deja respirar y un revoltijo en la cabeza que me impide distinguir entre lo tangible y los delirios provocados por la impetuosa fiebre que me abrazó de un momento a otro.  Acá me tienes; odiándote más que nunca. Acá me tienes; con más angustia que en Diciembre, porque se ha amagado cualquier chispita de esperanza. Acá me tienes; rendida como nunca, cerrando un libro que desearía leer cada noche, poniéndole punto final a mis deseos de escribir una historia bonita, que no alcanzó ni para fábula.