domingo, 17 de febrero de 2013

La Derrota


Los fantasmas me acechan; por las noches presionan mi pecho y no me dejan respirar, pero resisto, de modo que ellos deciden apretar mi cuello para que la acción esté completa, no entiendo por qué quieren matarme, si al parecer ya no vivo. No duermo, porque temo morir –definitivamente- en el intento de no soñar con ellos. De día las cosas no son distintas; ellos siguen interponiéndose en mi camino una y otra vez, entrando en mi memoria sin permiso alguno, borrando de mis recuerdos cómo era que se vivía antes. Y es que ahora el sentido de la vida es luchar a diario para recordar por fin cómo pasaban los días antes de que ellos me atacaran, violentaran mi parsimonia y destruyeran todo lo que quería ser –y hacer-

No los culpo, ellos obedecen órdenes. Sí, son mis verdugos, pero el autor (¿?) intelectual de esta masacre cotidiana y estrepitosa es otra persona. Evidentemente acá no hay autor, un hombre no sería capaz de tramar tan perfecto plan. Ellos le deben obediencia a su creadora; la mayor enemiga de Clodoveo I, esa que se reunía con sus pares a masturbarse con palos de escoba, para olvidar el frío abismante del alma, aquella que en su infinita maldad ha podido controlar los deseos y acciones de miles de personas. Sí, es ella, parte del gremio que no se extinguió siquiera con cuatro siglos de persecución voraz.  Encantadora y vivaz ha logrado desestabilizar mi vida hasta el punto del terror.

Y ahora, llena de coraje me dirijo a ella, para declararle mi más profundo odio, para comentarle que por sus caprichos he vivido los peores días de mi vida, que destruyó mis sueños y mis ganas de construir algo hermoso, pero no logrará destruir mi integridad. Porque aunque resulte contradictorio, hoy vengo a rendirme, a decirle que me tiene como lo planeó: miserable y humillada. De modo que es innecesario que siga haciendo daño.

Estamos como quieres: mis fuerzas se han agotado, mis sonrisas se extinguieron en el intento de reproducirse una y otra vez y ya casi ni escribo, nada de lo que haga logrará re-encantarlo. Y él, lejos, en lo abstracto y lo concreto, ya no encuentra más escusas que lo ayuden a suavizar la infinita repulsión que de un día para otro comenzó a generarle mi presencia en su vida.

Me rindo, ya no puedo luchar contra los fantasmas, no puedo lidiar con la indiferencia y el desprecio. Acá me tienes; entregando mis últimas energías en la redacción de un texto que está destinado al fracaso, como cualquier cosa que salga de mí ser. Acá me tienes; con un nudo en la garganta que no me deja respirar y un revoltijo en la cabeza que me impide distinguir entre lo tangible y los delirios provocados por la impetuosa fiebre que me abrazó de un momento a otro.  Acá me tienes; odiándote más que nunca. Acá me tienes; con más angustia que en Diciembre, porque se ha amagado cualquier chispita de esperanza. Acá me tienes; rendida como nunca, cerrando un libro que desearía leer cada noche, poniéndole punto final a mis deseos de escribir una historia bonita, que no alcanzó ni para fábula. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario