Las noches de frío me torturan, son un llamado de atención a
la memoria, me obligan a asegurar una vez más que eres el mejor guatero humano
del mundo completo. El verano también me tortura, me obliga a recordar nuestros
paseos en bicicleta, nuestras tardes en la piscina, nuestras noches
guitarreadas en el patio. Cada mañana me tortura, me llena de odio hacia tus
verdugos y reafirma mi amor por ti, cada tarde espero que llegues a casa para
tomar tecito y reírnos un rato, a cada momento imagino que vuelves con tu
sonrisa gigante y tus brazos abiertos.
Hermanito mío, la incondicionalidad siempre fue mi única
promesa, y hoy esa promesa sigue en pie, como cuando gritábamos haciendo la
tercera voz “y juro que la cara voy a
dar, cada vez que alguien te nombre aquí o allá”. Defenderé tu integridad
tanto como mis sonrisas, defenderé nuestros recuerdos para que sigan siendo
parte de nuestra cotidianidad hoy separada y vigilada por nuestros enemigos.
Nada podrá borrar lo que aprendimos, lo que vivimos y lo que disfrutamos. Nadie
cuestionará tus actos en mi presencia, porque no dudaré en defender nuestras
convicciones con garras y dientes. Nadie ensuciará tu nombre.
Hoy vuelvo a regalar un abrazo a la rabia, hoy vuelvo a
sentir la tortura de las noches frías lejos de tu corporeidad, hoy vuelvo a
gritarle al mundo que no borrarán nuestros recuerdos, ni detendrán nuestras
acciones, por mucho que lo intenten. Hoy vuelvo a gritarle al cielo que te
necesito acá para acurrucarme en tu regazo, para caminar por la población y
reír a destajo, para llorar si es necesario, para recuperar el tiempo que nos
han robado, para volver a ser hermosos.
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