¡Hola Azul! ¿Estás aquí?, ¿Puedes escucharme?... Yo sé que
sí puedes hacerlo, no quisiera molestarte a estas horas de la noche, pero tengo
muchísimas cosas que contarte.
Sucede que la mamá siente un vacío inmenso, el pecho está
más apretado que de costumbre y ni siquiera Máximo con todas sus locuras ha
sido capaz de sacarle una sonrisa completa que aliviane la carga. Es una locura
que te cuente estas cosas, lo que menos deseo es hacer que te sientas mal, pero
siempre he pensado que debemos ser honestas, confiar en nosotras mismas.
Muy probablemente no logres comprender a cabalidad mis
palabras, pero es necesario que AHORA escuches y luego puedas PROCESAR lo que
voy a decir.
Hija mía: La vida es una guerra, apenas tomamos conciencia
de aquello, nos posicionamos de un lado o del otro. Aquí no hay buenos ni
malos; hay acciones que construyen un presente con vista hacia un futuro y en
consecuencia con el pasado. Pero ésta es una guerra y tu puedes elegir la
vereda que prefieras. Yo hace mucho tiempo elegí la mía, asumiendo todas las
consecuencias que esa elección traería.
Tu lo sabes, me conoces más que nadie, sabes que esta guerra
es diaria y que en el campo de batalla muchas veces debemos abandonar cosas,
situaciones, momentos y personas; pero son los costos que se deben asumir
cuando se ha decidido ser consecuente.
La guerra tiene distintas fases y puede tener variados
motivos, hoy estoy en GUERRA CONTRA TODO LO QUE ME ANGUSTIA, y me angustian
varias cosas, por lo mismo debo defender muchos frentes con la misma fuerza.
No es fácil explicarte esto, un día un compita me escribió
en una carta una frase que me marcó para siempre, me dijo: NO TE APURES, HAY
TIEMPOS Y MOMENTOS, A VECES LOS QUE MÁS HABLAN SON LOS QUE MENOS HACEN. Yo creo
que éste es el momento justo para explayarme, no quiero caer en las garras de
la mentira, mucho menos contigo.
Sé que aún no logro la integridad y quizás esté lejos de
lograrla, pero avanzo hacia ella, Hija mía; ésta guerra está cargada de amor,
amor por los míos, por los que han estado en el campo de batalla junto a mi;
por los que fueron más valientes, eligieron otra trinchera y ahora están en las
garras de esa máquina moledora de carne humana llamada prisión; amor por los
que siguen estando y amor por los que vendrán.
Es tan difícil hablar de amor en el contexto de una sociedad
tan viciada y superflua, y no hablo del amor carnal solamente, hablo del amor
en general, ese que se ha subestimado hasta un punto agobiante y vomitivo.
Sé que te queda muchísimo por descubrir, pero estaré a tu
lado, cuidándote como a toda la manada; porque jamás podrán vaciarnos, aunque
lo intenten en la escuela, en la televisión y en la prisión. Somos
irreductibles e indomables, somos libres y salvajes, amor; SOMOS LA SELVA. Y
esa debe ser nuestra certeza, la seguridad de que nuestra LIBERTAD no se
tranza, no se vende, ni se compra.
Somos puros y estamos en guerra contra la sociedad y su
cinismo, contra todos quienes intenten reprimirnos: Padres, maestros, curas,
fuerzas de orden, pareja y estado.
Mi promesa sigue en pie; no abandonaré ésta guerra, aunque a
veces sienta que decaigo, tomaré fuerzas y seguiré defendiendo las sonrisas,
nuestras sonrisas. Éste amor es la pólvora que detonará en los cuerpos de
nuestros enemigos, éstas sonrisas son los misiles que subvertirán su nefasta
cotidianidad. Odio eterno a la maldita rutina; amor incondicional a la
subversión y pasión sin límites por la revuelta.
Quizá ni siquiera necesitemos atentados, con el hecho de
existir, amarnos y vivir como deseamos y no como ellos quieren, ya les
estorbamos bastante.
Te amo hija, en ésta guerra me jugaré la vida si es
necesario, como escribió un compita por allí: “Quemaría ésta ciudad entera por verte sonreír”. Porque nuestras
sonrisa son lo más importante, porque estoy segura de que tu sonrisa será la
más hermosa.-
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