jueves, 31 de enero de 2013

MENTIRA

No puedo con ésto, quisiera tener las palabras precisas para dibujar el momento, para ser más sincera, para no quedarme callada. Pero las palabras y la inspiración se quedaron pegadas en el pecho, y por más que ejercen presión para salir de allí yo soy incapaz de mostrarles el rumbo correcto, de tomarlas, sanearlas y ordenarlas a mi modo. Quisiera extirparlas, decirles que me dejen de joder, quedar vacía un rato, no sentir su peso, dejar de cuestionarme y seguir caminando como si nada pasara. Porque aquí no ha pasado NADA.

Y no, ellas son más corajudas que yo y más caprichosas que cualquiera. Ahora mismo comienzan a salir sin permiso, a posicionarse en el papel a su antojo, sin permitir análisis o revisión, se escapan de la cárcel del pecho, para encerrarse en el papel que esperan las libere  tarde o temprano.

Y me delatan, porque desean ser leales con el alma, me obligan a declarar que sí sé mentir, que he mentido cada vez que bajo palabra de honor digo que no espero.

Porque sí espero y siempre ha sido así. La vida misma se convirtió en una espera eterna, que justo al momento de la agonía encontró lo que esperaba... y siguió esperando para convencerse de que valía la pena la espera. Veintiún años mantenidos en el sigiloso ritmo esperanzado de que algún día llegaría

Y al verle tan distinto, tan íntegro y sereno, tan capaz de transformarlo todo, me puse una armadura y me comporté como una idiota. Después de todo, sabía que la armadura se oxidaría con la humedad de sus labios y el brillo de mis ojos. Y así fue; entonces decidí que la espera había valido la pena, que cada gesto suyo me llenaba de vida y me invitaba a la muerte de todos los fracasos, caídas y malos momentos.

Hoy la espera no desea abandonarme, me obliga a hacer cosas que no quiero, a desconocerme. ¿Cuando iba a pensar que me desesperaría por una palabra que caprichosamente he inventado?

¿Por qué estas palabras me obligan a decir lo que no quiero?

Desearía mantenerme incólume ante las ausencias, las carencias y los malos momentos, pero no puedo; siempre espero más.

¡Que mentirosa soy! ¡Sigo esperando! Que tu polo se derrita, que la frialdad no me congele, que las carencias no puedan con nosotros, que volvamos a sonreír.

Sigo esperando dejar de sentir ésto. Que nefasto es inventar que me detestas solo porque no me aseguras lo contrario. Que asquerosa me siento al pensarlo. Tan común, tan corriente, tan como las demás.

He sido injusta, he puesto en tu figura sentimientos que no te han acechado. Debo aprender a vivir sin prejuicios, debo dejar de pensar para no malinterpretar tus gestos una vez más. Debo volver a gritar que te quiero, que me siento orgullosa, que el corazón no me cabe en el pecho.

Debería contarte que no eres una estación, sino el destino mismo; que no eres equipaje, sino el compañero de asiento que siempre esperé.

¡MALDITAS PALABRAS! Me dejaron desnuda una vez más.-



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