‘Que no entré ese culiao a la casa’ Sentenció mi compañero cuando le conté las intenciones que tenía el patriarca de la familia. Mis abuelos, mis primos, mis tíos, mi mamá y el mundo jamás comprenderán lo que se siente, me gustaría decir que yo tampoco sé cómo se siente, pero lamentablemente no es así. Nadie mejor que yo sabe como duelen la frustración, la rabia, la decepción, la angustia, el asco, la pena, eso y las peores sensaciones negativas juntas, revueltas, escondidas durante meses en mis noches de insomnio, de miedo ¿Dije que me daba asco?. Ya ni hablaba y mi madre se enojaba por qué creía que me estaba drogando, que por eso había cambiado tanto y había dejado de juntarme con mis amigos, creía que iba a la Pintana a conseguir drogas, y estaba segura de qué mi insomnio y las crisis de pánico tenían que ver con el consumo de psicotrópicos.
Estaba tan equivocada mi madre, me conocía tan poco, era tan incapaz de percibir que yo en verdad estaba mal, era tan poca su sensibilidad que ni siquiera se dio cuenta que su extrovertida hija, se había convertido en la sombra de su abuela, en el perrito faldero, que pasaba tardes enteras, en silencio contemplando como las manos de la mujer que ama tejían una red con lana, mi madre jamás fue capaz de percibir lo que pasaba. Recuerdo que una tarde tras una larga conversación, y acostumbrada a la brutalidad, azotó su mano contra mi rostro alegando por qué me negué a ir de compras con él. Mi mamá nunca estuvo preparada para ser mamá, y pensándolo bien, jamás lo ha sido, mi madre, en verdad es mi padre, la persona que trabaja y se esfuerza a diario por mí, por un futuro mejor, la persona que expresa afecto en la incansable preocupación en que las necesidades no existan; pero nunca actúo como una madre, la cariñosa, la que consiente a su hijo, nunca hasta el día en que la verdad se supo.
Mi mamá siempre dijo que si alguien me hacía daño, lo pagaría caro, que si alguien me tocaba un solo pelo con malas intensiones, lo pagaría con su vida, y que no le importaba ensuciar sus manos si tenía que defender su tesoro, tesoro compartido por cierto, por qué mi abuelita - la real imagen materna- decía exactamente lo mismo. Siempre me sentí extremadamente protegida por aquellas mujeres, dispuestas a entregar su vida por mí en caso que fuese necesario. Esa misma protección fue la que me obligó a guardar silencio.
Mi abuelo, siempre fue un machista, así que su reacción lejos de asombrarme me pareció normal y cotidiana, cualquier maricón haría lo mismo, defendería a muerte el honor de su familia, familia encabezada claro, por hombres, y en este caso, defendió a muerte al primogénito de su primogénito, el encargado de perpetuar el apellido. Ahora que voy recordando estas cosas, comienzo a sentir una terrible repulsión en su contra, es tanta la rabia que tengo, que si no fuese por qué amo a mi abuelita, me pararía de esta silla, dejaría el escrito a medias e iría al dormitorio a gritarle en su cara lo poco hombre que ha sido, y lo decepcionada que estoy de él.
Había sido mi mejor año, lo podría incluso recordar con cariño, el dos mil seis, siendo una quinceañera que cursaba segundo medio, participé –como es de esperarse- activamente del movimiento social gestado por los estudiantes secundarios; con demandas tales como el fin del lucro con la educación, y por consiguiente la estatización de esta misma, siempre quise ser pedagoga así que mi lucha iba por el lado del mejoramiento de la calidad en la educación pública y lógicamente, consecuente con mis ideales ácratas ya forjados en aquella época, luchaba por el fin de la Prueba de Selección Universitaria como filtro de ingreso a la educación superior, educación que debía ser liberta y gratuita. El dos mil seis conocí a Camilo y hoy me atrevo a confesar que fue el primer hombre al que quise tanto y de tal manera, mis textos, mis canciones, mis discursos baratos, y también los caros, eran para él, solo para él, y las cosas cambiaron, y pasó lo que nunca debió haber pasado, y pagaron inocentes por culpables, por qué mi rabia se expandió contra el género, no solo contra el que me hizo daño, mi rabia –en verdad- no era contra los hombres, era contra el mundo por ser tan ‘conchesumadremente sucio y asqueroso’.
Sí fue en el dos mil seis cuando crearon mi mayor trauma, mientras unos luchaban por la educación, y otros por la liberación del divinísimo, nadie tuvo tiempo para darse cuenta qué la pequeñagransuperpotencia había sido abusada. Odio recordarlo tan claramente, pero no manejo los asuntos de la memoria, y en las siguientes líneas sólo plasmarán los asquerosos recuerdos que siguen vivo en mi consciencia.
Éramos la hermandad personificada, siempre tres, nos unía la sangre, nos queríamos -se suponía- ella mi mejor amiga, él mi mejor amigo, ambos eran mis primos -sí, lo eran-. Fue la noche del 31 de Octubre de 2006 cuando luego de ir a una tokata se me hizo demasiado tarde para volver a mi casa, entonces, me quedé con ellos. Hablamos largo rato, comentamos la tokata y reímos, como siempre lo hacíamos, esa noche confesamos que nos sentíamos orgullosos de ser tan unidos, tan inseparables, a pesar de las peleas de los adultos, esa noche nos abrazamos los tres, y dijimos que jamás nos separaríamos, porque nos unían los mismos amores: el rap y nuestra abuelita. Esa noche, me cagaron la vida, yo dormía, cuando de pronto escuché sollozos, me preocupe y entre sueños levante la mirada, una figura alta -pensé que era ella, quien nuevamente había tenido una pesadilla y venía a buscar cobijo-, me corrí hacia el rincón de la cama, asegurándole un espacio en la cama, para que no se sintiera tan sola.
Error, comencé a sentir que unas manos subían por mi espalda, y desde allí todo es horrible. No tengo la más mínima intención de relatar con lujo de detalles lo que sucedió, recuerdo un cuerpo sobre mí, labios en mi pecho, y también recuerdo con repulsión como sus manos recorrían mi cuerpo, no sé de donde saqué fuerzas para botarlo de la cama, pero lo logré. Él, se encerró en el baño, yo, lloré estúpidamente esperando que saliera el sol y apenas vi claridad, volví a mi casa, y seguí con mi asquerosa y silente vida.
Mis sonrisas escaseaban y la familia especulaba. Me sentía pésimo y no sabía que hacer, no valía la pena denunciar, no hubo penetración, por lo tanto no habían pruebas, las únicas marcas fueron sus manos que se perpetuaron moradamente en mis brazos y posiblemente saliva, en cualquier parte. Tenía todas las de perder, y perdí.
Se escuchó mi voz nuevamente a los cuatro meses del asqueroso incidente, y no solo la mía, la de mi madre y mi abuela también, estaban enfurecidas, pretendían devolverme la inocencia, pero no me la devolvieron, él ya se la había llevado, él, asquerosamente, él, el primogénito del primogénito.
Por qué el nieto modelo, me arrancó la inocencia y se llevó mi felicidad, me convirtió en una mujer fría y vacía, él, tuvo la culpa de mis más grandes desgracias, el generó los traumas conscientes más grandes de mi historia. Luego de aquél episodio jamás volví a ser la niña tierna y sociable, me convertí en un personaje errante que en la otredad veía siempre la oportunidad de venganza, y así lo hizo. Seduje tantas veces, a tantos hombres, los incentive tanto, coqueteé hasta el punto culmine, y cuando estaban en la cima, yo cambiaba de sentido, y los dejaba, llenos de amor, pagando culpas ajenas, y sintiendo que el torrente sanguíneo avanza más fuerte que nunca, era rutina semanal, casi diaria, adoraba hacerlo, adoraba verlos sufrir, la última vez que ví una cara de esas, fue hace cuatro meses.
Sí, ya no lo hago, por qué me enseñaron a querer, y a respetar. Ya no lo hago por qué el dolor se convirtió en rabia y la rabia ya no tiene venganza. No puedo retroceder el tiempo y borrar esa noche de mi historia, pero si puedo construir una historia nueva, sabiendo que cada ser humano es distinto, y que en todo orden de cosas, lo que el opresor quiere, es que el miedo nos paralice y ante eso, hay que saber actuar estratégicamente, el daño ya está causado, pero puedo luchar por qué a otras no les pase, o por lo menos, que su reacción sea más eficaz.
Y cuando mi abuelo nos comunique que él vendrá a presentarnos a su primogénito, recordando a mi querido compañero, diré con coraje: ‘Ese culiao no entra a la casa’, por qué el suyo, es el único olor que pretendo olvidar, para no seguir escribiendo cuentos, recordando que durmió asquerosamente a mi lado.
Creo que necesitabas este desahogo a través de la escritura, del don de enlazar palabras y demostrar lo que realmente. Me siento orgulloso de ti LeLiLu, Aracelly, Ara, Guapita o PequeñaGranSuperpotencia, no importa como te quiera decir, lo que vale es el valor para enfrentar los problemas y abofetear a los infames con descaro.
ResponderEliminarY como dijo el compañero "Ese culiao no entra a la casa" y desaparece el trauma, o por lo menos alivianar la carga emocional con un Te Quiero desde la octava región.
Me dieron ganas de abrazarte... Me dio penita.
ResponderEliminarsin palabras de consuelo, creo que no la hay verdad?
ResponderEliminarPero no te sorprenda el comportamiento que tuviste luego, en realidad un psicólogo comentaba la otra vez que una de las razones de la promiscuidad (suena fuerte?) femenina es un trauma sexual.
En tu caso no llegó a pasar, pero desarrolló un comportamiento extrovertido con ellos e introvertida con ellas...
Bueno, hasta que encuentres el amor de tu vida...