Veintinueve y el corazón lleno de lealtad por los nuestros,
las afinidades que se afilan, los cuerpos que danzan, la subversión al orden
impuesto, la memoria que no olvida. Nuestros muertos no se lloran, nuestros
presos no se lloran, nuestra vida no se llora. Nuestros muertos, nuestros
presos, nuestra vida, se defienden, como la alegría, como una trinchera, con
colmillos y garras afiladas, como a la idea.
Veintinueve y el amor. El fuego que arde dentro y fuera, las
pasiones que se agigantan, las miradas fieras que se agudizan, los cuerpos que
se compenetran al son de una melodía indescifrable, de una melodía fiera, de
una melodía tan nuestra como la rabia, tan nuestra como tus susurros en mi
oído, como la rosa y el clavel.
Veintinueve y las pasiones, los cuerpos sin orden, sin
jerarquías, sin limitaciones, no somos más que extensiones de otros cientos,
fieros, incisivos, siempre avanzando sin pedir permiso, sin esperar aprobaciones
previas, espontáneos, llenos de convicción.
Veintinueve y yo te observo, en la calle dejando sombras
tras tus pasos decididos, en la casa dejando luz tras tu caminar sereno.
Respiro, con el pecho lleno de vida, con las manos llenas de ternura, con los
ojos llenos de amor, con el semblante lleno de sonrisas, con todos estos deseos, todas estas pasiones
que florecen cuando me pierdo en ti, con
toda la felicidad de sabernos cómplices
de tanto desborde, de tanto sabor, de tantos
colores que se observan con los ojos cerrados.
Veintinueve y yo te siento, mientras me pierdo en tu cuerpo
y recorro los sudores, los contornos, las texturas, las huellas digitales
erosionadas por las gubias, voy descubriendo y descubriendo-me en cada
centímetro de tu interminable figura, en cada territorio nuevo e ingobernable,
en cada zona atemporalmente autónoma, en cada encuentro con tus labios, con tus
ojos, con tu integridad peculiar y encantadora.
Veintinueve y tu me abrazas, besas mi espalda y velas mi
sueño, los cuerpos están cansados, pero
dichosos, llenos de vida, nosotros sonreímos y nos acariciamos, afuera lloran
una vida falsa, una vida que jamás se comenzó a vivir, una vida que jamás se
mereció.