Mientras me siento a escribirle al olvido y me inundo en letras vacías creyendo y asegurando que jamás dolió tanto; Máximo, el más maravilloso, duerme sobre mis pies, haciéndome saber que ahora hay mucho más, recordándome por qué sigo dándole cara a esta nefasta realidad.
Miro hacia atrás y evoco los amores: La carita de Kathrina al verme llegar al hogar, la sonrisa de mi Isidorita y sus ojos grandotes, el nacimiento de Cristóbal que lo cambió todo, la suavidad de las manos de mi abuelita, las metas, los sueños infantiles, las risas desesperadas con mi prima Valentina, el amor por los compañeros (amigos y amores) que de momento están lejos; porque a los poderosos les estorban los salvajes, los libres, los puros, los que aman de verdad. Recuerdo cuanto odio la falsedad y el engaño, los males propios e impropios.
Entonces, todo tiene sentido, vale la pena seguir en ésta, vale la pena dejar de escribir para jugar con Máximo, de modo que él sienta que me importa, que lo quiero, que encontrarlo en la calle fue un llamado de atención, un reclamo a vivir la vida bonita, el regaloneo y el cariño sin límites. Porque como dijo el niño de la selva: "Si la vida es alegría, debemos dejar de morir"
Me asombran tanto las personas como tú, que dentro del dolor, encuentran su lugar para vivir.
ResponderEliminarTe abrazo.
vale la pena que vale la pena. Siempre mujeres fuertes cono tú van a encontrar un por qué luchar. Siempre habrán Máximos recordándonos que hay un por qué vivir.
ResponderEliminarUn abrazo Ara ñita :)