lunes, 11 de enero de 2010

I D I L I A

No habían razones para detener el viaje, así que siguieron avanzando, sin destino fijo, caminando sobre las nubes que a veces querían entorpecer su caminar, y cual montaña rusa, lograban dar vuelta las situaciones anómalas para convertirlas en experiencias a su favor, experiencias para recordar con cariño, no podían creer que el destino era eso. Estaban atónitos, toda su vida les habían dicho que el futuro sería difícil y que tendrían que pasar por penas y malestares, por rabias y traiciones, por dolor y frustración.

Cuando decidieron construir su mundo paralelo no impusieron leyes que los coartaran, llegaron a un acuerdo y borraron de su vocabulario la palabra imposible. Sabían que estaban hechos para ser felices y trabajaron desde su creación para que el sino existencial se concretara. No sentían dolor ni miedo, estaban seguros de ser el complemento perfecto para caminar por los senderos que en conjunto habían electo, sabían sobrepasar las pequeñas barreras del camino, y confiaban en que el futuro sería mejor.

Eran felices, era su felicidad, un mundo creado a su manera, sin problemas ni faltas. No comprendían las acusaciones que los demás hacían en su contra, no soportaban la idea de ser tildados de ‘seres irreales’. Eran reales, ellos habían electo su realidad, eran realistas, por qué vivían en la realidad que ellos habían creado. No se sentían culpables de pecado alguno, ni cómplices de los dolores del mundo, no creían en las teorías basadas en los temores humanos.

El libre albedrío los había hecho elegir su camino, vivían en un mundo paralelo, dentro del gran espectro de posibilidades que la vida les ofrecía, crearon un paraíso dentro del desierto, y a pesar de que las mariposas, las nubes, y las verdes colinas solo estaban en su mente, vivían el paralelismo con la felicidad que sólo ellos habían inventado.

Los problemas sociales les eran ajenos, no sabían de guerras ni angustias, y las voces que les exigían participación ya casi no se escuchaban, a ellos no les importaba que treinta mil millones de hombres murieran en la Comune de París, ni que la cuarta guerra se haya desatado. Eran felices, solo ellos lo sabían.

Tomados de la mano podían sostener su mundo aparte, y siendo dos en uno podían salvaguardar su felicidad. No entendían por qué los demás se quejaban, tal vez hablaban un idioma diferente, tal vez por eso nunca entendieron.

Tal vez por eso, solo sonrieron y siguieron caminando –sin inmutarse- cuando esta demente quiso hablarles, y terminó gritándoles: ‘Despierten seres inconscientes, Su pasividad me da Asco”

1 comentario:

  1. A veces igual es rico abstraerse del mundo, ¿verdad? Aunque entiendo a lo que apuntas... sin embargo, todo queda en lo que has dicho: el libre albedrío ;-)

    Te dejo un abrazo y me preparo para saludarte el 17... no creas que lo he olvidado ;-)

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