Hace varios meses que he estado auto-censurándome, la dinámica es la misma cada vez que intento escribir: Abro Word con la mente llena de historias e ideas mágicas para plasmar en papel, escribo dos o tres líneas, me desánimo pensando que al escribir estoy trasgrediendo mi privacidad y cierro la ventana sintiéndome frustrada. Es como si hubiesen cortado mis alas, esta sensación solo se compara al dolor que siente un cantante que ha quedado mudo…
Por suerte lo mío es pasajero y hoy estoy dispuesta a romper las cadenas que ataban mi mente. La verdad es que hoy no hay historias de romances furtivos, revueltas sociales, paseos por el puerto ni amores inclaudicables. En éste preciso instante sólo hay insomnio y relatos en primera persona.
Hace tres años, en ésta misma fecha contaba los días que faltaban para terminar el colegio y por fin dejar atrás la rutina escolar. Es que nunca he sido muy dada a los estudios impuestos, soy más bien autodidacta, y cada vez que me fijaban una prueba y me leían los contenidos que debía estudiar se comenzaba a engendrar en mí un odio generalizado hacia la institución escolar, y no sólo eso… Odié casi todas las mañanas en las que debía despertar para ir el colegio usando un jumper incómodo, y digo casi todas porque a pesar de mi aversión por la escuela y quiénes la componían cada miércoles desperté de buen humor sabiendo que en medio de la semana administrativa había un rincón para echar a volar la imaginación.
Si mal no recuerdo, las cuatro primeras horas pedagógicas de cada miércoles tenía clases de Lenguaje y Comunicación, divididas entre taller P.S.U y la asignatura como tal. Creo que “el ramo” me gustaba porque era uno de los pocos en el que yo destacaba como un plumón dentro de un estuche lleno de lápices, quizás esa sea una falacia y yo era mediocre como el resto, pero qué más da, quiero creer que era una estudiante sobresaliente.
Me entretenía haciendo los ejercicios de las guías P.S.U porque terminaba antes que el resto y esperaba que Ingrid terminara para hacernos gestos ridículos con la cara, hasta que la profesora nos decía que por favor nos detuviéramos ya que distraíamos a las demás compañeras. ¡Qué clases Aquellas!
Cuando salí de cuarto medio y me enteré de los mágicos resultados obtenidos en la Prueba de Selección Universitaria no lo dudé ni un segundo y postulé: “Pedagogía en Historia y Geografía” fue mi primera y única opción… claramente postulé a distintas universidades comenzando por el ex-Pedagógico para completar las 8 postulaciones que ilusamente creí eran obligatorias.
No evoco estos momentos porque quiera volver al Colegio ni porque extrañe a mis compañeras… no he relatado azarosamente esta serie de acontecimientos para lograr que la lectura se haga tediosa y ustedes digan “Sí, está bien. Esta demente volvió a escribir. Un aplauso para ella”. Me he dedicado a contarles esto porque necesito que sepan que ésta iba a ser una noche normal; mi madre cerró el negocio a las 10 y se fue a su casa, yo preparé una limonada caliente y subí a mi dormitorio creyendo que la bebería y me quedaría dormida de inmediato. Para mi sorpresa, nada salió como lo planeaba y luego de beber la limonada, me dispuse a dormir, en ese mismo instante un montón de pensamientos e imágenes atacaron mi mente… fue el fluir de la consciencia en la praxis misma.
¿La imagen más repetida? ¡Qué locura! Mi querida profesora de Lenguaje y Comunicación, con su blusa color Calipso y sus pantalones negros, tal y cómo iba vestida el día en que nos enseñó las técnicas literarias. Con cuánto cariño explicó una y otra vez qué era el fluir de la consciencia, cuántas veces la escuché respirar hondo para continuar explicando, cuánta ternura tenían esos ojos grandotes que nos miraban desafiantes…
¿Qué sucedió después de eso? Bueno, después de eso comprendí porque gasto mi vida estudiando Pedagogía en Historia y Geografía. ¿Acaso no está claro? Siempre he amado la historia, pero más de alguna vez coqueteé con la Literatura. La mujer de los ojos grandes y la sonrisa amplia me enseñó el verdadero significado de la pedagogía y vislumbrando que jamás la superaría en su área opté por pasar largas horas de mi vida estudiando el pasado e intentando, al mismo tiempo, que el presente no se me escape de las manos.
¿El significado de todo esto? La consciencia no me dejaría tranquila hasta que no recordara lo mucho que amo a la Literatura y lo triste que se sentiría mi querida Paula al ver que yo misma me he coartado todo este tiempo.
El día no podía acabar igual que los demás: Con una hoja en blanco y una muchacha frustrada. Hoy le he dado vuelta la mano al destino. No sé por qué motivo justo hoy se ha asomado su sombra en mi memoria, sólo sé que la extraño muchísimo y que no puedo dormir, ya que extrañarla y dormir no son actividades complementarias.-
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