Quiero ser porteña, porteña hasta la muerte, porteña hasta que me cueste respirar mientras subo las elevadas escaleras, quiero ser porteña y tener las piernas firmes, quiero ser porteña y tener ese tono porteño, quiero ser porteña y caminar con el compás porteño por los cerros del puerto, quiero ser porteña y perderme en el suspiro porteño de la noche encerrada,
quiero ser porteña y pensar como porteña, sentarme en el cerro más alto del puerto mientras el sol se esconde, sola, porteña solitaria, y entonces, levantar la mirada, en el sentido contrario al puerto y no ver a esos cientos de miles que escapan de la metrópoli pretendiendo ser porteños. Quiero ser porteña, porteña solitaria, porteña que se pierde en un suspiro, quiero ser porteña de sonrisa rebelde y ojos expresivos, de pelo morado y piernas firmes, sí, quiero ser porteña y tener piernas firmes, para sentirme un poco más segura, para saber que mientras subo las escaleras del Barón otros ojos se fijan en aquél lugar dónde termina la firmeza de las piernas y comienzan las demás firmezas… quiero ser porteña y correr por avenida Brasil, quiero ser porteña y escapar del Plan, quiero ser porteña, llegar al Cárcel y volver a tocar la misma puerta, que me abran las mimas manos, y me coman los mismos ojos, quiero ser porteña y volver a gritar en el mismo ascensor sin ojos impávidos que critiquen la supuesta impureza, quiero ser porteña hasta la sangre, quiero ser porteña de esas bien ardientes, quiero ser porteña y coquetearle al viento, y quiero ser porteña, porque simplemente en el puerto se pasa mejor, porque el vino porteño es mejor, porque la hierba
porteña es mejor, y porque sinceramente, el sexo porteño…
el sexo porteño sí es lo mejor.