Un cuerpo lleno de cicatrices, es un cuerpo fuerte, que ha podido resistir a las heridas.
Obtusamente, contra viento y marea, el pájaro sigue volando con la mirada de los pumas posada en su nuca. No pudieron las fieras matar al ave y beber su sangre.
Ha escapado de sus garras y se ha reivindicado en consecuencia con lo esencial e inmutable. Y aunque contradictorio, el espíritu vence.
Herido y adolorido, el pájaro pudo volver al nido, recoger el amor necesario, la sabiduría suficiente y el canto primitivo para seguir volando y construyendo.
No pretende matar a las fieras, no porque sea difícil y las condiciones adversas se expresen en tamaño y anatomía. No lo hace porque no quiere hacerlo, porque tiene memoria y en consecuencia con ello el perdón no es opción.
Las heridas hablan. SÍ OCURRIÓ. Prohibido negarlo, prohibido camuflarlo, prohibido olvidarlo y perdonarlo.
Un cuerpo lleno de cicatrices, es un cuerpo fuerte, que no se dio por vencido y decidió enfrentar la realidad, que no se negó y se obstinó con seguir viviendo.
Hoy el plumaje es más hermoso y los pumas miran desde abajo el vuelo del ave.
Un cuerpo lleno de cicatrices es un cuerpo fuerte.
Un cuerpo lleno de cicatrices es un cuerpo fuerte.