Cuando supe que la Esperanza venía en camino, fui la mujer más feliz del mundo, los problemas vinieron después; la decepción de la familia, los sueños a medio terminar y las miradas en la calle, a nuestro favor estaban la felicidad de su papá, el apoyo de los amigos y el cumplimiento de mi mayor deseo. Nunca pensamos que seríamos tan buenos padres, siendo tan mala pareja, pero pudimos hacerlo, al fin y al cabo sí había amor, la Esperanza nos demostró eso.
Nunca fuimos la pareja perfecta, desde el principio nuestra relación fue tormentosa, pero algo me decía que a pesar de los problemas debía continuar intentándolo. Su familia me adoraba, decían que cuando él estaba conmigo se metía en menos problemas; y mi mamá declaraba que él era mi hijo, no mi compañero. Luchamos harto para estar juntos y la verdad es que la Esperanza fue más premeditada que el golpe de estado. Él siempre me decía “Tu vas a ser mi mujer toda la vida, y para asegurarme de eso, te voy a dejar embarazada, y si algún día nos separamos, no podrás escapar de mí porque te haré el amor cuando vaya a ver a nuestro hijo” y luego de eso reíamos a carcajadas, su mirada se clavaba en mis ojos y más seriamente decía “En verdad quiero que seamos papás”.
Dejé de tomar pastillas en Abril, queríamos que la Esperanza naciera en Febrero, el mes que nos conocimos en las Heras y nos enamoramos en la casa vieja.
Así fue, nuestra hija nació en Febrero y es cómico porque tenemos celebraciones de cumpleaños los tres primeros meses de cada año; primero yo, luego la Esperanza y en Marzo él, entonces el primer trimestre es el más dulce, regalón y significativo del año para nuestra mini familia.
Somos felices, nos queremos harto y nuestra hija ilumina todos y cada uno de nuestros días. Crecimos juntos y maduramos juntos. Nos hemos equivocado mucho, pero también hemos sabido arreglar nuestros problemas en conjunto. Creo que un hijo, más que una bendición, una luz de vida, y todas esas cosas cursis, es un ser humano que necesita vivir plenamente feliz y libre, no hacer como que vive y aparentar felicidad, en ese sentido, los padres aprenden a hacer felices a sus hijos a base de ensayo y error. Hay padres malos... más malos que la mierda... pero hay padres que son pulentos... como nosotros, porque la Esperanza nos lo dice a cada rato, porque su sonrisa es la más bonita y porque siempre la quisimos... desde el día en que el mundo conspiró a nuestro favor (…)
Bonita historia, ¿Cierto? Lamentablemente las cosas no fueron así y a pesar de que él y yo la esperamos desde siempre, nuestros arrebatos jugaron en contra, los problemas de la cotidianeidad desgastaron nuestra relación y terminaron por destruirla. Cada uno tomó su camino y la Esperanza quiso llegar en el peor momento. Me dolió demasiado tener que hacerlo… fue la decisión más difícil que he tomado… pero acostumbrada a ir en contra de la corriente, decidí que debía seguir su camino… todas las noches pensaba en cómo sería nuestra vida juntas, mi mejor amiga y mi mamá estaban chochas preparándolo hasta el más mínimo detalle. A pesar de todo, queríamos que llegara pronto, pero mi hija me ama tanto que prefirió alojarse en el sector incorrecto de mi útero y esperar el momento más adecuado para hacerme la mujer más feliz del mundo… me costó superarlo, pero sé que hay acertijos del destino que son imposibles de descifrar.
Su futuro padre, el porteño, y yo sabemos que algún día nuestros caminos se volverán a juntar para que llegue la Esperanza a nuestras vidas, por el momento… estamos trabajando para ella.-